lunes, 27 de septiembre de 2010

un viaje al centro del espanto:

E aqí una real y reciente historia de la muerte de la nena mendocina, mi tierra natal, de cuatro años en San Luis ocurrió el 12 de setiembre. Pero su final comenzó a gestarse mucho antes. La sórdida historia de su madre y los terribles padecimientos que Guadalupe sufrió antes de morir.



domingo, 26 de septiembre de 2010

En una de sus tantas fotos de Facebook, la mendocina Débora Di Falco (21) aparece con un frase escrita en la palma de su mano izquierda: allí se lee, en inglés, "I don't care your love", que es, más no menos: "No me importa tu amor". 

En la foto se puede saber a quién está dirigido el mensaje pero tranquilamente podría ser para su madre Graciela (51) o para su hija Guadalupe (4), a la que abandonó y luego mataron; o para su otra hija, Fátima (un año y y dos meses), a la que aparentemente regaló o vendió. 

Hoy, en un sitio de detención secreto de San Luis, esta joven madre de vida sufrida está a la espera de saber qué pasará con ella: se la acusa de abandonar a Guadalupe, a la que seis meses después sus "guardadores" mataron.

En otra foto de Facebook de Débora se puede apreciar un tatuaje en su hombro izquierdo; es una imagen casi premonitoria: una carita de Hello Kitty, con un prendedor de cabellos con la imagen de San La Muerte en la frente del dibujito; debajo se ve el nombre Guadalupe. 

Su hija, la inocencia y la muerte se condensan en ese tatoo que la joven detenida se hizo hace tres año, cuando era una madre de 18 años.

La pre-historia

Antes de ser madre de dos nenas, Débora fue hija de Graciela. No tuvo una buena infancia, todo lo opuesto; de hecho, en dos oportunidades fue separada de su progenitora e internada en centros para menores. Graciela -que viene de una familia de clase media de Maipú- no se podía hacer cargo de ella: "Me hacían denuncias falsas para quitármela", dice ahora la mujer.

Con todo, madre e hija y nieta volvieron a juntarse en 2007. Y el año pasado, las tres se fueron a San Luis "a buscar trabajo", según asegura Graciela. El 3 de abril de 2009, las tres se fueron a esa provincia después de tomarse cualquier colectivo que las alejara de Mendoza. Por una cuestión de economía, la abuela Graciela, la madre Débora (embarazada) y la nieta Guadalupe recalaron en la tierra de los Rodríguez Saá.

"Allí, en una iglesia, conocimos al rengo éste (en referencia a Miguel Ángel Riquelme, 45, dedicado a la herrería), quien nos alojó en su casa, donde vivía con su esposa (Dora Videla, 31) y seis hijos. Al cabo de unos meses, el 17 de junio del año pasado, nació Fátima, la segunda hija de Débora, y el 8 de setiembre me volví a Mendoza ya que me echaron de esa casa. 

Allí se quedaron Débora con Guadalupe y Fátima. ¿Qué fue de Fátima?, tengo entendido que Riquelme la vendió en febrero de este año, ya que la nena tenía el apellido de él. Con Débora me comuniqué el 6 de enero por última vez", dice Graciela.
El barrio

En la casa de calle Los Inmigrantes al 1500 quedaron Riquelme, su esposa, los seis niños, Débora y la pequeña Guadalupe. Los vecinos de ese barrio lo recuerdan todo: "Un día Débora se fue de la casa y dejó a su hija al cuidado de Riquelme. Cada tanto volvía y decían que se dedicaba a la prostitución. Es más, por sus labios carnosos y sus ojos azules, acá le decían Romina Gaetani, debido a su parecido con la actriz", rememora uno de los vecinos.

Entretanto, ya casi nadie veía a la pequeña Guadalupe en la calle. Estaba todo el tiempo encerrada en ese muy humilde departamento de dos ambientes con piso de tierra y lleno de perros. 

"Por lo que nosotros sabemos, Guadalupe comenzó a extrañar a su madre y se los hacía saber a sus cuidadores: eso molestaba a Riquelme, quien la sometió durante meses a malos tratos dignos de un perverso", analiza el comisario Soloa, a cargo de Homicidios en San Luis.

Para entonces, el desapego de Débora para con Guadalupe era total. No volvió más a la casa de Riquelme donde estaba su hija. "Sabemos que entre marzo y setiembre anduvo por Mendoza, Rosario, Córdoba y hasta Buenos Aires; tenemos comprobado que ejercía la prostitución", sigue el jefe policial Soloa.

Mientras tanto, el encono de Riquelme para con la madre de Guadalupe por haberle dejado "de clavo" a la menor era sufrido por la propia nena en carne propia. Para el médico que hizo la necropsia de la nena, "los malos tratos y las torturas se prolongaron durante meses". 

A tal punto, que Riquelme y su esposa, que acostumbraban llevar a Guadalupe los sábados al "trueque", dejaron de hacerlo ya que la gente, asombrada por lo desmejorada que lucía la menor, les hacía demasiadas preguntas.

"Por eso en los últimos meses nadie vio por acá a Guadalupe. La tenían encerrada, oculta. Sí se veían los otros seis niños de la pareja por la vereda; pero ellos estaban bien, limpios y alimentados", grafica otro de los vecinos de la calle Los Inmigrantes.

(Domicilio. La casa de calle Los inmigrantes al 1500 de San Luis, hoy convertida en una suerte de santuario.)
Desenlace

El domingo 12 a las 15, Riquelme llamó por teléfono a la policía para decir que Guadalupe se había caído de la silla y que había muerto por el golpe. "Nunca creímos esa versión", asegura el comisario Soloa. 

"El cuerpo de la nena estaba tan maltrecho que no había dudas de que había sido sometida a torturas. Luego los forenses indicaron que el deceso se había producido a las 11 de la mañana; creemos que esas cuatro horas entre la muerte y la denuncia las usaron para limpiar la escena del crimen y preparar entre todos la versión del accidente."

Por eso ese mismo día Riquelme y Videla quedaron detenidos y sus hijos fueron entregados a otros familiares. El viernes pasado, el juez Jorge Sabaina Zapata procesó a la pareja por el delito de homicidio doblemente agravado por alevosía y la envió a la cárcel bajo estrictas medidas de seguridad porque sobran los presos que quieren lincharlos.

Ese mismo viernes llegó a San Luis Débora Di Falco. La habían detenido en Mendoza el martes de la semana pasada mientras iba en un micro en la localidad de Jocolí,Mendoza. Llegó a los tribunales encapuchada y acusada de abandono de persona agravado por el vínculo.

Por eso lloró ante su abogada, defensora oficial, Nidia Sartor; y le dijo que no sabía nada de la suerte de Guadalupe. 

Pero muchos no le creyeron: puede ser que, fiel a su historia sórdida, a Débora, como escribió una vez en la palma de su mano izquierda, no le importe el amor. Ni el de su madre ni el de sus hijas -la muerta y la entregada. 

Ni EL AMOR DE NADIE